"...Aprende a soñar viviendo, pero no vivas soñando... Sé como el ave que vuela, pero no olvides regresar a tierra..."



lunes, 2 de julio de 2012

capitulo 1

Capitulo I: La fuga.

Salió por la ventana del servicio. Caminaba despacio, procurando  no pisar las hojas para no ser oída. De repente oyó un ruido. Alguien se acercaba. Rápidamente se escondió detrás de un árbol, esperando no haber sido vista. Pudo ver a un guardia. Este caminaba rápido y las hojas caídas de los arboles crujían bajo sus pies. Por un momento pensó que se dirigía hacia ella, pero al pasar junto al árbol tras el que se escondía, pasó de largo.

Amy suspiró aliviada. Podían haberla descubierto y su plan de fuga se hubiera ido al garete. Miró a un lado y a otro. No había nadie. Sigilosamente salió de su escondite y continuó caminando hasta llegar al muro.

No había tenido mucho tiempo para planificar su huida. Observó el alto muro que se alzaba frente a ella. Ascender por él le iba a resultar bastante sencillo. Solo debía subirse a  uno de los árboles y trepar hasta llegar a una zona en la que poder pasar a la cima del muro. Lo que no había pensado era como bajar por el otro lado después.

Se agarró a una de las ramas bajas del árbol y comenzó a trepar. Debía tener cuidado para no caerse. Poco a poco fue ascendiendo sin detenerse. Cuando llegó hasta una rama bastante alta se paró y miró a la cima del muro. La tenía prácticamente al lado pero estaba separada de ella por una caída de tres metros de altura.

Con cuidado fue colocándose en el borde de la rama. Se agarró al muro y se subió a él. Sentada ya sobre el muro, miró hacia el otro lado. Ahora debía pensar cómo descender. Se dio cuenta de que muchos de los ladrillos estaban rotos. Debían de ser muy antiguos. Quizá podría bajar agarrándose en los huecos. Pero si se equivocaba de ladrillo podría costarle la vida.

Con cuidado empezó a descender. Miró hacia el suelo. Estaba muy alto. Entonces cerró los ojos y suspiró.

-No mires abajo, no mires abajo…-. Se dijo a sí misma casi susurrando.

 Continuó descendiendo sin mirar al suelo.

Cuando casi había terminado de bajar oyó que gritaban su nombre al otro lado del muro. Ya habían notado su ausencia. La estaban buscando. Del susto que se llevó, se cayó.



**********



No muy lejos del internado, en la ciudad, vivía Eric, un chico corriente. Era nuevo en aquel lugar. Acababa de mudarse de la costa y había ido a vivir allí.

Su nuevo hogar estaba situado en el ático de uno de los edificios más altos de la ciudad. Desde la ventana de su habitación podía verlo todo. Vivía al lado del ayuntamiento, en el mismo centro de la ciudad. Eso le permitía tener vistas a los barrios ricos, en los que había grandes y lujosas mansiones; a los barrios pobres de las afueras y a los bosques que había junto a la ciudad.

Esta se llamaba Lonefield y estaba situada en una llanura, entre varias colinas, en una de las cuales se encontraba el internado en el que vivía Amy.

Una mañana de primavera el despertador sonó pronto para él. Se levantó y se vistió. Tras desayunar, cogió su bicicleta y puso rumbo a la oficina de correos.

Estaba esperando que le llegara un paquete que debía contener un pequeño barquito de madera. Su hermano mayor le había prometido enviárselo como regalo por su decimocuarto cumpleaños, que había sido hace unas semanas.

Cuando llegó a la oficina dejó su bicicleta apoyada en la puerta y entró. La mujer que había en la ventanilla le saludó.

-Buenos días muchacho, ¿Qué te trae por aquí esta mañana?

-Buenos días-. Contestó Eric educadamente-. ¿Hay algún paquete para mí?

-Dime tu nombre, por favor.

-Eric Smith.

La mujer empezó a rebuscar entre los montones de cartas y paquetes que había allí. Para Eric la espera se hizo interminable.

-Aquí tienes, hijo-. Le dijo la señora mientras le entregaba un paquete marrón del tamaño de una caja de zapatos.

Eric cogió el paquete entusiasmado y empezó a romper el papel rápidamente. Pero cuando lo abrió se llevó una decepción. Dentro del paquete no estaba el barco de madera que esperaba. En su lugar, había un libro.

Tenía la cubierta de color rojo. En la portada estaba escrita esta frase con letras plateadas:

<< La magia de la imaginación. Alexander Moore. >>

Eric lo abrió. Las hojas eran amarillentas. Fue pasando las páginas. Ninguna de ellas estaba escrita. Volvió a cerrarlo y releyó la frase de la portada. ¿Por qué le habrían enviado a él aquel libro?

-¿Pasa algo muchacho?- Le preguntó la mujer.

Eric levantó la mirada sobresaltado.

-N-No, no. Ya me voy. Adiós.

-Adiós.

Guardó el libro en su mochila y salió a coger su bicicleta de nuevo para regresar a casa.

El camino de vuelta lo hizo en un santiamén. Pedaleaba rápidamente y más que correr, parecía volar.

Cuando llegó dejó su bicicleta y la mochila con el libro y se fue pasear. Cuando necesitaba pensar le gustaba dar largos paseos. Se sentía libre. Empezó a caminar por las callejuelas del casco antiguo de la ciudad y continuó, y continuó sin detenerse mientras atravesaba Lonefield de lado a lado.



**********



Amy solo veía imágenes borrosas. Creyó distinguir a alguien a su lado. Poco a poco la imagen se fue definiendo y pudo ver a un muchacho junto a ella. Se incorporó. 

-¿Qué ha pasado?-. Fue lo primero que dijo.

-Eso me lo tendrás que decir tú. Te he encontrado tirada en el suelo -.

-¿Y tu quién eres?- Preguntó ella mientras se recuperaba del golpe.

- Me llamo Eric. Encantado-.Contesto tendiéndole la mano.

        Ella sonrió. Le dio la mano y se levantaron.

- Yo soy Amy-.

- Bonito nombre. ¿Sabes qué día es hoy?-.

- ¿Veinticinco de noviembre?

- Eso significa qué estás bien. ¿Qué te ha pasado?

- Me he caído mientras bajaba por el muro-.

- Pues te has debido dar un buen golpe.

Amy sonrió y se frotó la cabeza.

        - La verdad es qué si.

Por un momento se hizo el silencio.

- ¡Amy!- Se oyó gritar a alguien cerca de allí.

         - Oh, no… – murmuró Amy.

        - ¿Quién te llama? – Preguntó Eric.

         Ella le hizo un gestó para qué se callará.

-Sígueme y no hagas ruido- Susurró.

        Amy comenzó a andar, mientras miraba por todas partes. Eric la seguía sin comprender mucho que era lo que estaba pasando.

         Ella no quería volver al internado. Desde qué Edeline ya no estaba ya nada era lo mismo. No tenía con quién hablar y no sacaba muy buenas notas, que digamos. Antes le contaba todo a  Edeline y ella la ayudaba con los estudios.

         Cuando ya hubieron andado durante casi media hora se pararon a descansar.

-Creo qué ya no van a poder encontrarnos-. Dijo Amy.

        -Te importaría contarme qué es lo que está pasando. ¿Quién gritaba tu nombre?

         -Me están buscando porque me he escapado.

         -¿Y por qué te has escapado?


         Se hizo el silencio. Amy se sentó en la hierba. Eric hizo lo mismo y se sentó a su lado.

         -¿Y tú que hacías allí para encontrarme?- Preguntó Amy.

         - Había salido a pasear y llegué allí sin darme cuenta.

         -¿Sabes por casualidad dónde estamos?

         - Creo que no. Nos hemos alejado mucho.

         - Perfecto. ¿Y ahora qué hacemos?- Contestó Amy con tono de fastidio y maldiciendo para sus adentros.

        - Tenemos que intentar encontrar un camino para salir del bosque, no puede ser muy difícil.

         - ¿Tú vienes mucho por aquí?

         -A qué te refieres con “por aquí”

         - Quiero decir que si paseas mucho por este bosque, que si conoces la zona.

         - Que va. Acabo de mudarme. En realidad soy de Bahía Dorada, un pueblecito de costa.

         Amy, por un momento, se quedó callada. La imagen del coche de Edeline alejándose por la carretera vino a su mente en aquel momento. Ella se fue a Bahía Dorada con su madre.

         -Amy ¿Pasa algo? - Preguntó Eric extrañado.

         -Oh, no, no me pasa nada. Solo me he acordado de algo...

         Eric la miró en silencio. ¿Qué motivos podía tener para haberse escapado? Era una chica muy extraña pero a la vez interesante.


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